De día o de noche. Con calor o frío. En la calle o en la casa. En cualquier momento, el líbido emerge cuando te escucho y te leo con detalle.
No hacen falta sábanas frías, porque la temperatura de nuestros cuerpos sube al ritmo de los recuerdos, repasando detalles, recordando cada pulgada de tu carne dentro de la mía, resbalando dentro de mi humedad cavernosa. Tus lamidas en los pliegues de mis labios menores abren paso a tu lengua, que se introduce con cadencia, explorando, complaciendo…hasta que choca con el botón inflamado que te esperaba, que me hace gemir con desesperación y que a cada golpe de tu lengua, provoca que miles de terminaciones nerviosas exploten en un llanto que empapa mi entrepierna…
…y cada día sueño con ese momento donde podamos nadar en pasión toda la noche y el deseo nos consuma…noches de leche y miel.
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